La filoxera es un homóptero, que en la primera mitad del siglo XIX no existía en Europa, procedente del continente americano, que invadió el viñedo europeo con efectos catastróficos. La filoxera determinó un cambio muy importante en el mapa vitícola mundial y de la economía del sector; sin embargo los ensayos y estudios para combatir esta plaga dieron lugar a un gran avance en la viticultura.

En el viñedo americano el efecto de la filoxera era leve y consistía en la formación de agallas o abultamientos en las hojas, provocadas por la picadura de las hembras aladas, en cuyo interior depositaban la puesta de huevos, de los que salían las larvas. Este parásito fue detectado en América en 1.854. Los efectos de esta plaga, denominada entonces phemfigus vitifoli, no tenían mayores consecuencias sobre el desarrollo de la vid en América, porque aunque afectaba a las hojas, disminuyendo su capacidad de fotosíntesis y deprimiendo el estado general de la planta, sin embargo no se observaron efectos más graves.

El viñedo europeo, que hacia 1.860 disfrutaba de una época floreciente, debido al mejor conocimiento del cultivo de la vid y de las formas de atacar las enfermedades criptogámicas, además del aumento de los rendimientos por ha. y los progresos científicos sobre la fermentación (después de las primeras investigaciones de Pasteur), sin embargo estaba amenazado por una grave crisis.

Algunos viveristas europeos importaron colecciones de plantas de vid americanas, por su resistencia al oidium, por ejemplo de la variedad Isabela, y con las plantas se transportaron accidentalmente puestas de huevos o larvas que invadieron rápidamente el viñedo europeo, porque las raíces de la vitis vinífera o vid europea no eran resistentes al ataque de estas milimétricas larvas subterráneas del homóptero, al contrario de lo que sucedía en las variedades americanas de vid .

La picadura de las larvas en las finas raícillas de la vid europea, que no tenían resistencia especial como ocurría con la vid americana, provocaba lesiones en el tejido superficial y en los meristemos que después eran inmediatamente invadidas por bacterias y hongos.

Cuando se detectó la plaga en Europa en 1.863 no se relacionó con el insecto que había sido descubierto y descrito diez años antes en América, porque sus efectos parecían diferentes. En la vid europea no se formaban agallas en las hojas y la destrucción de las cepas se producía por necrosis del sistema radicular de la planta, con efectos fulminantes. Este insecto, aparentemente distinto, fue llamado en Europa “philoxera vastatrix” por sus efectos devastadores.

En Europa se hicieron multitud de ensayos para tratar de combatir esta plaga, con procedimientos diversos que hasta entonces se habían utilizado contra otros parásitos y enfermedades de la vid (descortezado, escaldado o encalado del tronco, empleo de polvo de azufre tan eficaz contra el oidium, el uso de soluciones de compuestos de cobre, tan eficaz contra el mildium, etc.), pero estos tratamientos se mostraron ineficaces ante la nueva plaga.

Se probó incluso la desinfección del suelo con sulfuro de carbono, tratamiento que se mostró eficaz, pero que era antieconómico y de difícil aplicación, aparte de que sus efectos tenían una duración limitada.

Se comprobó que la inmersión en agua de los terrenos era útil para detener la plaga, aunque no se conocía por qué, pero esta práctica tampoco era aplicable con facilidad y generalidad.

Se observó que la plaga progresaba más rápidamente en los terrenos secos y arcillosos que en terrenos húmedos o en suelos arenosos. Esto hizo pensar que el avance subterráneo de las larvas entre las cepas dependía de la textura del suelo y del grado de humedad. En los terrenos arcillosos, debido al carácter expansivo de las arcillas, que en época de sequía se retraen formando grietas en el terreno por las que se desplazan más fácilmente las larvas, e invaden nuevas cepas y terrenos. Por el contrario en los terrenos húmedos, o en terrenos arenosos con una fuerte capilaridad, el agua provoca el desplazamiento del oxígeno del suelo y la consiguiente asfixia de las larvas, además de la falta de fisuras o grietas necesarias para la circulación de las larvas.

9.1.- Historia de la plaga en Europa.

En Europa la plaga se detectó por primera vez en Inglaterra en 1.863, pasando después a Francia (1.868), Portugal (Alto Douro) y restantes países europeos; en 1.875 fue detectada en Alemania y poco después en Italia. Debe tenerse en cuenta que la plaga se extendía fácilmente con las puestas de huevos sobre la superficie de la cepa o bien mediante las larvas, en formas resistentes o no, que se transportaban en el barro de las ruedas de los carros y en las botas de los trabajadores.

En Francia fueron cayendo bajo la invasión filoxérica importantes zonas vitícolas como Burdeos, Cognac, Borgoña, Côtes du Rhône y posteriomente Champagne. El viñedo francés que contaba con una superficie de unos 2,4 millones de ha. en 1.868 quedó reducido a un millón de ha. hacia 1.884, con la consiguiente crisis y ruina de la viticultura y los  problemas sociales anejos. Las cepas atacadas de grandes viñedos de calidad se utilizaban como madera de calefacción.

El retraso de su aparición en otros países fue debido al freno que imponían los accidentes naturales (cadenas montañosas, mares, grandes corrientes fluviales) y la existencia de grandes áreas no plantadas con viñedo. Esta invasión y ruina de la viticultura forzó a los viticultores franceses a emigrar a zonas como La Rioja y Navarra, así como a Argelia y Túnez que entonces dependían políticamente de Francia; pero finalmente todas estas zonas también sucumbieron ante el avance de la plaga.

En España los primeros focos aparecieron sucesivamente en Málaga (Moclinejo) en 1.878, debido al comercio transoceánico del puerto malagueño o de Gibraltar; en Gerona (en 1.879 por transmisión desde el viñedo francés y los intercambios de madera de vid), y en Orense en 1.882 por transmisión directa desde el foco anterioro en Portugal. La superficie vitícola en España era de unos dos millones de ha. antes de la plaga y quedó reducida a la mitad en la primera decena del siglo XX.

En Málaga quedó reducida la superficie de viñedo a un 20%. En Jerez apareció la plaga en 1894 de donde pasó a Huelva. Desde todos estos focos la invasión filoxérica avanzó hacia La Mancha, Aragón, Rioja, etc.

Pero el avance espectacular de la plaga no parecía corresponder únicamente a la lenta progresión subterránea de estas larvas, hasta que fueron descubiertas las formas aladas del insecto, que eran transportadas por el viento a considerables distancias, formas que en un principio no se identificaban con la plaga; por otra parte se descubrió que las larvas subterráneas podían emerger a la superficie del terreno y ser transportadas también por el viento.

El ciclo de la filoxera es complejo y no vamos a examinarlo con detalle. Refiriéndonos al ciclo en la vid americana, comienza con el huevo de invierno, al principio de la primavera, del que nace una hembra denominada “fundadora” que se multiplica de forma asexual (partenogénesis); esta hembra se instala en las hojas, provocando con su picadura agallas o bolsas donde deposita hasta medio millar de huevos; las larvas resultantes se desplazan a otras hojas formando nuevas agallas y dando lugar a sucesivas generaciones de insectos. Algunas de estas larvas descienden al suelo fijándose en las raíces (formas radicícolas), que a su vez ponen huevos hasta la llegada del otoño.

Algunas de estas larvas pueden diferenciarse en ninfas, que se transforman en hembras aladas que pueden propagar más rápidamente la plaga; otras larvas tienen capacidad para mantenerse en el suelo durante el invierno, en forma de vida latente (invernantes) y reproducir el ciclo a partir del momento en que el suelo se atempera en la primavera.

No damos más detalles de este ciclo, que consideramos suficientes para explicar el poder de propagación de este insecto.

El ciclo de la filoxera en la vitis vinífera es algo diferente, dada la dificultad de que la hembra provoque la formación de agallas en la hoja, pero las formas radicícolas tienen gran capacidad de propagación directamente o mediante las puestas de huevos en la madera de la cepa y su transporte en maquinaria agrícola, aperos, tractores, carros, etc. así como la inseminación por el viento.

Las hembras, además de su reproducción asexual (partenogénesis) pueden depositar huevos en las fisuras de la corteza que dén lugar a formas diferenciadas de hembras y machos para reproducción sexual y puesta de un huevo de invierno, reiniciándose el ciclo.

En la vitis vinífera las formas subterráneas o radicícolas de la filoxera, son larvas de pequeña dimensión de 1 mm. aproximadamente y color amarillento ó terroso, que atacan con su pico las finas raíces del sistema radicular para succionar la savia, como pulgones, provocando con su picadura y secreciones la muerte de células y tejidos de crecimiento; los tejidos circundantes que continúan su crecimiento forman abultamientos o tuberosidades. Estas células muertas facilitaban la posterior invasión de bacterias y hongos (botrytis), con la consiguiente podredumbre y necrosis total de la raíz.

El polimorfismo de la filoxera, con formas subterráneas y aladas, unido a su  capacidad de multiplicación, tanto por vía asexual (partenogenésis) como sexual justifica las antiguas dificultades para conocer perfectamente esta plaga y poder combatirla.

También se comprobó que las colecciones de vides importadas de América (Concord, Isabela, Jacquez, etc.) soportaban perfectamente la plaga en Europa a pesar de estar plantadas en zonas muy infectadas.

De todas estas observaciones surgió el remedio contra la plaga que hoy día nos parece evidente, pero que en aquel tiempo exigió muchos estudios y ensayos. La solución consistió en utilizar como patrón o raíz (portainjerto) la vid americana, y sobre ella injertar la vitis vinífera o vid europea.

De esta forma se coneiguía el doble objetivo de que la raíz resistiera el ataque de la filoxera y que la parte aérea, que constituye el laboratorio de la planta, produjera uva de calidad de vitis vinífera.

La resistencia de la cepa americana a la filoxera se atribuye, bien a la naturaleza de sus raicillas, más resistentes por la presencia de una fina capa suberosa que impide que la picadura del homóptero pueda alcanzar los tejidos más jóvenes o de crecimiento, o bien porque sus células tienen capacidad de rápida regeneración, lo cual no ocurre en la vitis vinífera.

Tambien se hicieron cruzamientos entre cepas americanas y de estas con vides europeas para conseguir nuevos portainjertos.

La resistencia a la filoxera de los diferentes portainjertos obtenidos por hibridaciones se gradúa desde 0 de la vitis vinífera que es la más vulnerable, hasta 20 de la vitis aestivalis que se considera inmune.

Aunque la resistencia del portainjerto depende también de elementos extrínsecos como la textura del suelo, grado de humedad, régimen de temperaturas, etc., podríamos decir que en general las plantas americanas de Rupestris (como Rupestris de Lot) tienen una resistencia de 19,5, la Riparia de 19, y la V. Labrusca y la Berlandieri de 18. También es muy alta la resistencia de los híbridos entre plantas americanas, como Riparia x Rupestris o Riparia x Berlandieri, con un índice de resistencia entre 19 y 17.

Las hibridaciones de planta americana con planta europea producen portainjertos de menor protección, del orden de 16, como por ejemplo Berlandieri x Chasselas, Rupestris x Aramon o R. x Murviedro, etc.

Algunos de los portainjertos frecuentemente utilizados en España son: Rupestris de Lot, 420 A Millardet (Berlandieri x Riparia), 41 B Millardet (Chasselas x Berlandieri), 161-49 Couderc (Riparia x Berlandieri), 110 Richter y 99 Richter (Berlandieri x Rupestris), 5 BB Teleki (Berlandieri x Riparia), etc. Los nombres propios que los designan se refieren a los investigadores o viveristas que obtuvieron estos portainjertos.

Debe tenerse en cuenta  el peligro de la filoxera está siempre latente en el terreno en zonas de viñedo o que han llevado viñedo recientemente, y por tanto es prudente utilizar siempre portainjerto. La supervivencia de las larvas subterráneas es debida a la producción de formas resistentes y a su capacidad de supervivencia parasitando otras especies vegetales.

Sin embargo hay zonas exentas en que todavía no ha aparecido la filoxera, bien porque sean terrenos arenosos o con temperaturas más frías, por tratarse de islas o por estar separadas de otros viñedos por desiertos o altas cadenas montañosas, etc. Por ejemplo hasta ahora se consideran exentas las islas Canarias, así como algunas zonas costeras y arenosas de la península ibérica, e incluso países como Chile, pero aún así es previsible que puedan llegar a ser invadidos.

Las plantaciones directas de vitis vinífera sobre el terreno, que se llaman de pie franco, aún son frecuentes en zonas exentas de la plaga, e incluso en otras zonas filoxeradas, pero siempre a costa de disminuir la longevidad de la plantación; hay viticultores que prefieren acortar el período productivo de la planta al encarecimiento que supone el empleo de portainjerto, actitud poco solidaria con los viñedos circundantes, porque siempre actúan como focos para el mantenimiento y dispersión de la filoxera. En España ya es obligatorio el empleo de portainjerto en las nuevas plantaciones.

Lógicamente las plantaciones de vid europea realizadas en América también exigen la utilización de portainjerto, salvo en los casos citados de zonas inmunes.

Ante la filoxera no se puede bajar la guardia; en algunas zonas concretas, como ha ocurrido recientemente en California, un portainjerto de resistencia 16 fue suficiente como protección de las plantaciones en suelos más arenosos; sin embargo cuando el viñedo avanzó a terrenos más arcillosos ese mismo portainjerto se mostró insuficiente ante los ataques más fuertes de la filoxera, con el consiguiente gasto de arranque y nueva replantación utilizando un portainjerto más resistente.

La gravedad de la plaga de la filoxera -con la pérdida ingente de viñedos, de notables marcas de vinos, la reducción del mercado y la consiguiente crisis social- provocó una reacción internacional que cristalizó en la Convención Filoxérica de Berna de 1.881, firmada también por España, para homogeneizar las legislaciones en cuanto a vigilancia de viveros, delimitación de zonas infectadas, reglamentación del transporte de plantas y material vegetativo, certificados sanitarios, etc., que fué perfeccionada en la convención internacional de 1.929 de Roma, en la que participó activamente la antigua 0ficina Internacional de la Viña y del Vino (0.I.V.) creada en 1924, de la que España es país fundador, que actualmente se denomina Organización Internacional de la Viña y del Vino.

9.2.- Las plagas criptogámicas

Las plagas criptogámicas del viñedo, es decir las provocadas por hongos, fueron anteriores a la invasión filoxérica y no tuvieron consecuencias tan graves porque estaban supeditadas a la variación de las condiciones climáticas y porque se encontraron más fácilmente los tratamientos adecuados para combatirlas.

Tanto el mildium (plasmospara vitícola) como el oidium (uncinula necator), tambien vinieron desde América cuando se importaron colecciones de plantas con fines científicos, porque se observó que eran más resistentes a estas plagas.

En América el mildium no se extendió excesivamente en zonas de clima seco y cálido, como California, pero sí incidió más en otras zonas más húmedas. Al transmitirse a Europa sí constituyó un grave azote, especialmente en las zonas más húmedas; en Galicia por ejemplo, atacó fuertemente, entre los años 1852 y 1864, hasta el descubrimiento de la eficacia del cobre, en forma de sulfato de cobre y concretamente con el llamado caldo bordelés. En el caso del oidium el producto más eficaz es el azufre en polvo, o sus compuestos.

Ambas plagas atacan a las hojas de la vid y a los racimos, produciendo una fuerte depresión fisiológica de la cepa y la consiguiente disminución de la función clorofílica. El mildio, que se extiende en forma de mancha de aceite sobre la superficie inferior o envés de la hoja, ataca el tejido epidérmico para aprovechar la savia que circula por sus células, invadiendo totalmente la planta con su micelio. Cuando el hongo ha llegado a su fase definitiva aprovecha los estomas del haz de la hoja para exponer los conidios y esporas, que formando una especie de polvo blanco, se difunden fácilmente con el viento.

La extensión de esta plaga depende en gran medida de la humedad ambiente (lluvia, niebla, rocío) cuando es superior al 95% y de la temperatura, del orden de 15 a 25º C. Precisamente el desarrollo de las Estaciones Meteorológicas de aviso que comunican al viticultor la existencia de condiciones de temperatura y humedad conveniente para el desarrollo de la plaga, permiten hacer tratamientos preventivos que son de la mayor eficacia.

Las especies americanas son más resistentes a estas plagas por la forma particular de los estomas de las hojas. Por este motivo se importaron colecciones de vid americana en Europa para aprovechar esta cualidad y tratar de hacer cruzamientos con la vitis vinífera para obtener plantas resistentes.

Se comprobó que el portainjerto americano con injerto de vitis vinífera no resolvía el problema de las enfermedades criptogámicas, puesto que la hoja era de vitis vinífera, tan sensible como las plantaciones de pie franco que existían anteriormente.

Para conseguir una solución que afectara a la textura de la hoja y de sus estomas, se realizaron hibridaciones entre planta americana y la especie europea, es decir híbridos o cruzamientos interespecíficos, que dieron lugar a los híbridos productores directos.

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